Buenas Aventuras

En general, la religión es aburrida. Sin embargo, no hay nada más interesante en toda la creación que Dios mismo. No hay aventura mejor que las que podemos tener con Jesucristo. Siempre resultan buenas, y las historias no tienen nada de aburridas. Ser "bienaventurado", equivale a ser bendecido. Hace más de 40 años empecé a tener aventuras con Cristo. Aquí comparto contigo algunas de mis historias.

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Lugar: Indiana, United States

21.8.12

Puedo hacer esto. O no.


NOTICIAS DE ACTUALIDAD: Investigación reciente demuestra que grandes dosis de Nutella se asocian con ganancias de peso. El efecto es aún más pronunciado si conjuntamente se consume crema de cacahuetes.

Ya se sabía ¿no? A pesar de los artículos que salen de vez en cuando diciendo que el chocolate me trae beneficios, Nutella siempre tiene muchas calorías. Generalmente no la permito en casa. Igual como pasa con otras sustancias ilegales como patatas fritas y helados, si la tengo en casa tarde o temprano la comeré, y esto echa para atrás mi programa de perder peso.

Esto quiere decir que la lucha para comer sanamente se sitúa en el supermercado. La pregunta es, entonces, ¿por qué la compré cuando sabía perfectamente que no me convenía?  ¿Qué pasaba por mi mente en ese momento?

Como recuerdo, pensaba algo acerca de que no había comido Nutella durante mucho tiempo, y quién había dicho que no podría, y que hacerlo una vez no me haría daño. En ese punto más o menos dejé de pensar y la metí en el carro de compras. Luego volvió la misma “discussion” en casa antes de abrir el frasco por primera vez. Pero una vez abierto el frasco, es difícil discutir.

Creo que el problema es la ley que dice que no puedo comerla. Igual que las resoluciones que hacemos para empezar un año nuevo, el “no haras…” me inspira a hacer lo que no debo hacer. 

Entonces ¿qué? ¿Dejo de hacerme reglas y leyes? Por sorpresa ¡encuentro que esto me sirve major! El Apóstol Pablo argumenta que como cristianos no estamos bajo la ley. ¡Todas las cosas me son lícitas o permisibles (I Corintios 6:12)! Pero antes de echarme a la perdición, tengo que considerer que no todas las cosas me convienen. Y he determinado que no quiero que me domine ninguna cosa. ¿Debo permitir que Nutella mande en mi vida?

Entonces cada vez que me encuentro cara a cara con Nutella, tengo que dejar de pensar en una ley que diga que no puedo comer de ella. Puedo comerla cuando quiera. Esto no es un problema. No estoy baja la ley. Está bien. Puedo devorar cuanta Nutella como quiero. Pero no me conviene, no me ayuda, me puede esclavizar. 

En este momento ¿necesito algo que no me conviene? Forma hábitos. Una cucharadita se sigue por otra. Me podría dominar. ¿Es esto lo que quiero?

Es curioso cómo el saber que puedo comerlo me quita el impulse. No tengo que hacerlo. Puedo elegir libremente. Pero tengo que decidir esto cada vez que se presenta la situación. Afortunadamente con ejercicio la decisión se hace más fácilmente y la libertad es más natural.

¿Cuál es tu experiencia con reglas como manera de cambiar hábitos? Comparte tu sabiduría.

30.7.12

El árbol


Este árbol magnífico vive a pocos metros de nuestra casa. Cuando considerábamos la casa para comprarla, fue uno de los puntos a su favor.
 
Pero últimamente hemos cambiado de opinion. Mi marido encontró un lugar cerca del suelo donde rezumaba algo raro. Vino un expert en árboles e hizo un hueco pequeño para averiguar si el centro del árbol estaba podrido. Desde ese entonces hay agua que sale del hueco. Algo anda muy mal dentro de ese árbol.

Así que de un minuto al otro cambiamos de defender el árbol a querer que se baje pronto de una manera pacífica antes que caiga violentamente, tal vez encima de nuestra casa, en la próxima tormenta. Nuestra reacción coge fuerzas de la caída hace un mes de un árbol que destruyó la casa de nuestro hijo.

El árbol parece tan lindo por fuera, pero nuestra opinion de su valor cambió cuando supimos lo que realmente está por dentro. También ocurre esto con la gente. ¡Cuántos heroes se han caído!  Deportistas que supuestamente eran personas buenas, modelos para los niños, tomando drogas. Gente de autoridad en la Iglesia que abusa a niños o roba fondos. Los politicos, sean del partido que sean, caen en la tentación de usar mal su poder. De los banqueros ni hablar.

Todo el mundo se presenta como persona buena. Ponemos la fachada mejor que podamos delante del público. Nuestra familia y los amigos conocen algo de lo que escondemos por dentro, pero es probable que hay mugre que ni ellos conocen. ¿Me rechazarían si realmente me conocieran? ¿Cuándo podría abrirme y ser transparente? Si lo hago ¿querrán derribarme?

La vergüenza puede atarnos, pero la aceptación y el perdón nos pueden liberar. El saber que eres digno de ser amado, aunque no estás perfecto, te deja levanter la cabeza y vivir con confianza. Te habilita para amar a otros.

Pero ¿hay límites? Ese árbol tan lindo hay que talarlo.  Está malo y podría matar a algún vecino o destruir casas. ¿Hay gente así?

¿Eres capaz de perdonar a las personas en tu entorno que andan haciendo daño a ti y a otros, o piensas que hay algunos para quienes no hay perdón ni de Dios? ¿Y tú? ¿Hay perdón para ti?

Pon tu opinion en un comentario.

23.7.12

Me arrepiento

Hace más de seis meses que no escribo aquí. Pero acabo de consultar las estadísticas y encuentro que muchas personas siguen visitando, hasta 25 por día. Así que me arrepiento de haberos dejado sin materia nueva.

Pero no he dejado de escribir. Al contrario, acaba de salir publicado un libro acerca de la vergüenza que tal vez te interese. La vergüenza es el sentimiento doloroso que acompaña el creer que uno no es lo que debe ser, o tal vez es exactamente lo que no quiere ser. Levanta tu cabeza: gozo cara a la vergüenza describe cómo reconocer la vergüenza en uno mismo o en otros, y cómo vencerla o ayudar a otros a vencerla.

Estaré compartiendo más del contenido del libro en entradas siguientes, pero si quieres saber más ahora, puedes ir a mi sitio web: Herramientas para gente en desarrollo

29.12.11

De velas y tamales y peces en el río

El día 24 asistí a un culto de celebración del nacimiento de Jesucristo, como la misa de gallo, pero a las 4:30 de la tarde.  Fue muy lindo.  Habían decorado la iglesia con velas y ramas verdes.  Había un
Belén y hasta un arbolito con muchas luces.

Pero me puse más y más incómoda mientras progresaba el culto.  Se cantaron muchas canciones que yo no conocía.  No hicieron mucho de lo que normalmente yo asocio con la Noche Buena.  Pero al final cantaron un villancico bien conocido y me sentía mejor.

Luego me puse a considerar ¿por qué me había importado tanto seguir las tradiciones que yo conocía en ese día? 

Me gustan las tradiciones de Navidad.  Cada año pongo los mismos ornamentos en el árbol, preparo la misma comida, y seguimos un patrón de actividades que aprendí de mis padres (pero modificado un poco para ajustarlo al patrón que heredó mi marido de los suyos).  No soy la única.  En cada país tienen su propia manera de celebrar. Los regalos se dan o en Noche Buena, o en el día 25, o el 5 ó el 6 de enero.   En España hay un desfile el 5 ó 6 de enero en que gente vestida de reyes magos te tira golosinas desde un vagón.  En Costa Rica comen tamales.  Entiendo que en Nueva Zelandia es común una cena campestre en la playa.

Pero sea cuál sea, la tradición a veces parece el elemento más importante, aun cuando la tradición no tiene mucho que ver con el nacimiento del Salvador.  ¿De dónde hemos incorporado hombres de nieve, los colores rojo y verde, árboles con luces, Santa Claus, turrón, compras frenéticas de juguetes el día antes de los regalos,  o los regalos mismos?  Y ¿qué tienen que ver los peces en el río que beben, y beben, y vuelven a beber?

Además me parece que el día en que nació Jesucristo fue precisamente el día menos tradicional que había ocurrido nunca hasta esa fecha.  ¡Una virgen da a luz a un bebé!  ¡Ángeles aparecen a pastores sorprendidos!  ¡Un rey nace en un establo!  Gente rica tampoco suele caminar cientos de kilómetros para saludar a un niño pobre. 

En efecto gran cantidad de personas hicieron cosas que nunca habían hecho antes ni volverían a hacer.  En vez de ser un evento de mucha tradición, el nacimiento de Jesucristo involucró a personas en actividades poco usuales, fuera de su “zona de comodidad”.  Para comenzar el proceso de la redención de la humanidad, Dios puso a la gente a salir de sí misma y experimentar cosas nuevas.

Así que pienso que tal vez lo más apropiado para celebrar la Navidad no sería la tradición.  Tal vez lo que mejor captaría el espíritu de estas fechas sería dedicarme a ayudar a otros de una manera no tradicional.  Salir de mi zona de comodidad para hacer algo que “alguien” debe hacer pero que nadie quiere hacer.  Extender una mano donde se necesita.

Lo voy pensando.

21.5.11

Sin flores ni música

Hoy recibí todavía otro reenvío por email.  Seguro conoces el género.  Fotos bonitas de paisajes o flores o animalitos adorables, música clásica, y un texto que me urge amar mejor a mis semejantes, no menospreciar a nadie (incluso a mi misma), sacar tiempo para apreciar la naturaleza, o algún otro consejo similar.  Casi siempre concluye con una admonición de reenviarlo a diez amigos si realmente soy buena persona.

Me gustan las orquídeas, las montañas rocosas, la Serenata de Schubert y las mariposas.  Pero ellas no me ayudan nada cuando debo responder amablemente a alguien que me ha insultado.  La foto de un río no me da fuerza para seguir cuando no dormí la noche anterior y el ordenador se pone rebelde otra vez y se quema la comida y una amiga llama y quiere contarme todas sus penas.  Consejos baratos hay por todas partes y ninguno de ellos, con o sin música, me convierte en mejor persona.

Ni mencionar que algunos de los consejos se contradicen entre sí.  “Cuando has llegado al final de tus recursos, agárrate bien y no te rindas.”  “Cuando has llegado al final de tus recursos, suelta la soga y deja que Dios trabaje.”

Lo que necesito es algo que me haga mejor persona, incluso en la suciedad de este mundo.  También necesito a alguien que me ayude a levantarme cuando he caído en la mugre, me limpie las lágrimas, calle la voz acusadora que me dice que ahora sí que todo lo haya arruinado, y me ponga otra vez a intentar de nuevo. 

Jesucristo participó en la creación de los tulipanes y los Alpes, pero también es Dios en medio de las fábricas viejas y sucias, la notificación que te han despedido del trabajo, y el hijo que te declara que te odia.  Y es allí donde lo necesitamos más.  En el sol con flores, cualquiera.

Doy gracias que Jesucristo no es el santito debilito que muchas veces se parece en algunos dibujos de Él.  Se involucra en mi vida.  Me levanta y me perdona cuando no soy lo que debo ser.  El Espíritu Santo dentro de mí me da las ganas de hacer lo que me pide y me guía. 

Y los reenvíos como el Espíritu me mueva, y sin obligación.

18.5.11

Un héroe frágil

Desde que leí el libro Tres tasas de té, el Sr. Greg Mortenson ha sido un héroe para mí.  Durante unos años él y un equipo de otros consiguieron construir muchas escuelas para niñas en Pakistán y Afganistán.  Creyendo especialmente en la necesidad de educar a las mujeres, ha sabido involucrar a la gente local para construir y administrar escuelas que ellos mismos deseaban. 

Mientras leía el relato de cómo llegó a hacer todo esto, me sorprendían unas historias tan fuera de lo normal que me parecía que tenían que haber ocurrido solamente con la intervención de la mano de Dios.  He leído otras historias similares donde los autores específicamente daban las gracias a Dios por su intervención, pero en este caso no.  También me parecía extraño que él y sus colaboradores se sometieran a tantos trabajos a coste de su salud.

Ahora hace poco unos de los que estaban con él han salido al público diciendo que los eventos no ocurrieron como él los relata y que además no ha sido fiel en administrar el dinero que había recogido para la construcción de las escuelas.  Mortenson insiste en que sus acusadores no tienen razón.

La verdad de esto, no la conozco.  No sé si alguien miente, o si los recuerdos que Mortenson puso en su libro estaban todos revueltos por no haberlos escrito mientras ocurrían, o si ha sido una pequeña exageración, o qué cosa.

Es indiscutible que existen cientos de escuelas en Pakistán y Afganistán donde antes no había.  Tanto es cierto.  Pero me queda un no-sé-qué en el ánimo al pensar que mi héroe puede ser imperfecto.  Los héroes no deben tener faltas ¿no?

Desgraciadamente ni los héroes son perfectos.  Ni los héroes bíblicos.  Abraham, Isaac, Jacobo, Moisés, David, San Pedro, todos cometieron sus errores.  Jesucristo fue el único que no.  Entonces ¿por qué me sorprende?  ¿Por sentir vergüenza por haberme dejado engañar? 

Si tomo una postura de criticar, me estoy metiendo en un lío.  ¿Quién sabe si alguien que lee lo que he escrito en este blog algún día dice que algo no ocurrió tal y cómo yo lo conté.  ¿Estaré yo culpable de haber engañado a la gente?  Aunque aquí he escrito desde el corazón y he tenido mucho cuidado de no exagerar, también soy imperfecto.

La evidencia de que soy imperfecta es la entrada anterior a ésta.  Allí digo que como respuesta a la oración Dios iba venciendo a la compañía de teléfono e Internet. 

Cuando lo escribí, creía que era cierto.  Pero resulta que en los meses que han transcurrido desde que puse esa entrada, el milagro no ha sido completo.  Tenemos Internet, sí.  Tenemos teléfono, sí.  Nos están cobrando solamente una vez en vez de cobrar doble, sí.  Pero no han devuelto los cientos de euros que nos habían cargado injustamente.  Tenía que haberlo dicho antes.

Dios es bueno, es fiel, y responde a la oración.  No quiero que nadie pierda su fe en Él como consecuencia de mis faltas.  No sea yo un ejemplo de cristiano frágil que deje un no-sé-qué de desánimo en el alma de los que quieren seguir a Jesucristo.

Jesucristo me ha perdonado.  Espero que tú también.

15.10.10

Comí demasiado

Comí demasiado. Sabía muy rico, había más que suficiente para todos, otros también estaban comiendo mucho, y todo un mundo de excusas más, pero no tenía que haberlo hecho. Nadie me condenará por haberlo comido, pero no convenía.

Lo peor es que en estos días estoy leyendo un libro acerca de vivir mejor con menos recursos. Me he sentido inspirado y animado de simplificar mi vida para no seguir siendo presa de cosas y cosas y más cosas. Los que vivimos en los países ricos tenemos tanto y vamos buscando tener más y más, pero no es porque lo necesitamos para vivir. Otros viven con casi nada.

Hoy mismo recibí un folleto invitándome contribuir algo para ayudar a los que no tienen casa en esta ciudad. También recibí un correo electrónico pidiendo fondos para luchar para la justicia en Darfur. Una organización cristiana que ministra a los pobres quiere que yo “adopte” un huérfano dando dinero para su sostenimiento.

Y mi respuesta a estas necesidades fue comer demasiado.

Claro está que si yo como menos los damnificados de las inundaciones en Pakistán no comerán más. Pero algo podría contribuir.

Leí hace poco un comentario de una cristiana de una nación muy pobre. Dijo que tenía que ser muy difícil seguir a Cristo viviendo en un país rico, porque si uno ya tiene todo lo que necesita no tiene que depender de Dios para nada, y no verá la mano de Dios en su vida.

Parece que necesito la mano de Dios para aprender usar mejor la abundancia que Él me ha dado. Todo se permite, pero no todo conviene. Todo se permite pero no quiero ser esclava de nada.

10.9.10

Lo que pasó con la montaña

No sé cuáles imágenes se te presentan cuando piensas en mover una montaña. Tal vez no piensas en mover montañas. Pero cuando empecé esta aventura de mover la montaña que se llama Ya.com (France Telecom) yo había pensado que tal vez el asunto sería resuelto milagrosamente dentro de unos minutos. (Si no has seguido el progreso de esta aventura, debes leer ahora las últimas tres entradas para poder entender lo que sigue).

Antes cuando yo había oído lo que dijo Jesucristo, que si yo tuviera una fe tan pequeña como una semillita, que podría decirle a una montaña que se moviera y que se echara en el mar, y sucedería, yo siempre había imaginado que la montaña desaparecería -- puf-- y no quedaría nada en su lugar. Voy aprendiendo.

La montaña ya no está. Se ha movido. Hay servicio de teléfono y de Internet. Han devuelto el dinero que cobraron injustamente, y aparentemente todo sigue como era antes del incidente. Pero fue un proceso de un par de meses. Durante el proceso no ocurrió nada que en sí pareciera milagroso. Más que nada hemos recibido unas ideas de lo que tendríamos que hacer, y al hacerlo se resolvía otro pedazo del problema. El Señor nos ha guiado a personas con el poder y la voluntad de ayudarnos.

Nunca parecía nada fuera de lo “normal”. Pero el resultado es que tenemos resolución, y ha costado semanas en vez de un año entero, y no necesitamos abogados, como varios vecinos nos habían contado su propia experiencia con esa compañía.

Y no he matado a nadie.

A ver ¿cuál será la próxima montaña para moverse?

21.8.10

A mover una duna de arena

Nunca antes había pedido al Señor que moviera una montaña, así que no sabía cómo iba a suceder. (Si no has leído las últimas dos entradas, ahora es el momento, para que entiendas lo que sigue). No sabía si de repente volvería a funcionar toda la parafernalia, o si  Yacom (France Telecom) iba a dejar de existir, o qué. 

Parece que en preparación para mover la montaña el Señor primero nos ha dado una autovía para evitar tener que subirla, y luego ha convertido la montaña en una mera duna de arena.  Tenemos teléfono fijo e Internet con dos otras compañías, y solo hace falta quitar Yacom del escenario, lo cual podría ocurrir (en cuanto a nosotros, por supuesto) para el miércoles. 

No estoy precisamente orgullosa de la manera en que me he portado en esta aventura.  Tanta frustración, tanto enojo, tanta falta de paz, y para nada.  Algún día espero vivir al nivel donde el Señor quiere que viva.  Hasta ese entonces, doy gracias que tengo un Salvador que entiende y me perdona.

18.8.10

La montaña no se ha movido aún.

Os he dejado sin noticias de si Dios ha solucionado el problema con Yacom que mencioné en la úlitma entrada, porque no ha cambiado nada todavía. Recibimos una llamada telefónica de una señora muy amable de "atención a los clientes", quien decía que teníamos toda la razón y qué injusticia, y la la la la la.... Pero no han hecho nada.

Tampoco he hecho nada, y gracias por vuestras oraciones. No he ni gritado, y mucho menos matado a nadie. Tal vez he progresado algo desde la experiencia que describí en febrero del 2007. Ahora dice mi marido que hemos cumplido con todos los requisitos y es hora de actuar.

Que se mueva la montaña.

11.8.10

Si tú me golpeas, y si yo me entero...

Por la gracia de Dios no estoy en la cárcel por homicidio.

Hace más de cinco semanas que no tenemos teléfono. Cometimos el error de aceptar una oferta maravillosa de Yacom, de tener teléfono e Internet más rápido y más económicos que antes. Nos quitaron el teléfono y el Internet viejos, y...nada.

Después de una semana sin nada empezamos el proceso de intentar quejarnos. Llamamos a la compañía, pero solamente tienen un número 902, y hay que pagarles a ellos por el privilegio de llamar y quejarse. Nos hacían esperar largos ratos, cobrándonos la espera, hasta que ya no teníamos saldo en el móvil (habían quitado el teléfono fijo, recuerdas). Decían que estaban trabajando en el problema y que nos llamaría el departamento técnico, pero nunca llamaron. Nos dieron un número de teléfono que podríamos llamar para no tener que pagar la tarifa alta de 902. El número no está en función. Nos dieron una dirección de correo electrónico para escribir, pero es una dirección que no se atiende para recibir mensajes.

Después de tres semanas sin nada, y después de haber gastado más de 130 euros en llamadas inútiles, yo había desarrollado una actitud bastante negativa. Esa actitud tomaba fuerza también del testimonio de un vecino que dijo que había tenido la misma experiencia con Yacom y que no lo resolvieron en seis meses y tuvieron que llevar la compañía a los tribunales para obtener la baja. Sugerí que llamáramos al banco para que no pagaran y que demandáramos una de esas hojas de quejas. Mi marido, con la paciencia de Job, me dijo que no, que eso crearía más problemas aún.

Descubrimos luego que después de tantas llamadas la base de datos de la compañía seguía diciendo que lo nuestro estaba funcionando perfectamente, que no habían recibido ninguna queja. Ni habían abierto una “incidencia”. Todo había sido para nada. Ahora, además de las sugerencias vengativas de antes, también yo quería agarrar una barra de acero y empezar a golpear con ella, sin escatimar ciertas cabezas. Pero Yacom seguiría siendo el gigante que me vería a mí, el enano, y me diría, “Si tú me golpeas, y si yo me entero...” Y supongo que no disfrutaría mucho de teléfono e Internet en la cárcel, tampoco.

Con rabia una mañana me puse a leer la Biblia y me tocaba la porción donde Jesucristo dice que si tuviera fe, aun una fe tan pequeña como una semilla de mostaza, que podría decirle a una montaña que se moviera y se movería. Bueno, tenía una montaña que había que moverse. Ha sido mi intención durante años poner in práctica lo que encuentro en la Biblia. De tal modo, le dije a Yacom que se moviera.

Ese mismo día recibimos por primera vez una llamada de la compañía. Luego llamaron de nuevo. Esta historia no ha terminado todavía. Ora por mí para que recuerde dejar que el Señor mueva la montaña y no yo. Luego les cuento cómo ha salido.

8.8.10

Adivinanza

Imagina una sustancia suave y flexible, que da gusto tocarla, pero no es frágil. Si se roza con otra cosa con frecuencia no se gasta, sino al contrario se pone más gruesa. No se rompe fácilmente, pero si acaso se rompiera, puede remendar a sí mismo. Con cierto cuidado puede durar cien años. Se limpia con agua y jabón, y no se disuelve, ni se encoge al mojarse, ni se destiñen sus colores. Los científicos sin duda han trabajado muchos años en inventar tal sustancia, y por eso debe costar un dineral.

Pero mucha gente dice que no, que esa sustancia es un accidente. Nadie la diseñó, ni la desarrolló, ni la puso en producción. Apareció, no más.

¿Lo puedes creer? Yo tampoco. Soy una persona de muy poca fe y no puedo creer que la piel que todos tenemos haya sido un accidente, o aún una serie de accidentes, sin diseño ni propósito. Los que creen eso tienen muchiiiiiisima fe en la casualidad. Alabo al Creador que ideó tal cosa y sabía confeccionarla.

(Otro punto de reflexión relacionado: Considera la membrana de una célula, que no es exactamente piel pero sirve para mantener juntos los otros elementos de la célula. Según la ciencia popular, la vida empezó cuando por accidente se juntaron aminoácidos para hacer proteínas y ácidos nucleicos para formar el ADN. ¿Se formó la membrana de la célula antes o después que las proteínas y el ADN? Si antes ¿para qué, y cómo entraron los elementos de la célula? Si después ¿cómo se quedaron juntos todos los elementos mientras la membrana se formaba? Eso de la casualidad se pone más y más increíble ¿no?)

5.8.10

Y ahora ¿qué?

Me gusta romper esquemas. Tal vez lo has notado. Acabo de hacerlo de nuevo, cumpliendo otro año pero no cumpliendo la expectativa de algunos que me sentara en una silla esperando que hubiera unas actividades oficiales para entretenerme.

Resulta que soy estudiante profesional (no es una manera de hacerse rico, en absoluto) y he pasado muchos años aprendiendo. Ahora quiero que todo eso siga siendo útil. Mientras pueda, quiero servir a otros con los dones que Dios me ha dado.

Tal vez haga las cosas más lentamente que antes, pero no estoy lista aún para que me guarden en el armario. Dios me ha prometido que fructificaré en la vejez (Salmo 92:14). Quiero ser como mi suegro, que cuando murió dejó un montón de herramientas gastadas y unos artefactos electrónicos que iba a reparar para sus amigos.

Me quedan hojas verdes. Tengo algunos proyectos que terminar.

30.7.10

En tierra seca

Hace meses que no llueve y toda la hierba se ha secado. Un día parecía que nos iba a caer agua y me aconsejaron que llevara paraguas. Respondí que no, que con mucho gusto me mojaría.

Espiritualmente me siento igual a esta tierra tan resecada. Pienso en el gozo que me daba ver la mano de Dios obrando en mi vida y en mi alrededor, y con mucho gusto me mojaría de nuevo con cosas como las cuales he escrito ya en este blog. Pero no tengo nada que decir.

En esto parece que estoy de acuerdo con un hombre que vivió hace más de tres mil años. El Rey David, hablando de su relación con Dios, escribió, “Me acordé de los días antiguos; meditaba en todas tus obras; reflexionaba en las obras de tus manos. Extendí mis manos a ti, mi alma a ti como la tierra sedienta.” (Salmo 143:5-6)

Meditando sobre esto, me acordé de una caminata que hice en este mismo terreno que muestra la foto. Aunque era de verano, se me había olvidado llevar la botella de agua, por lo cual dentro de muy poco tiempo empecé a tener una sed tremenda. Mientras meditaba, me parecía que el Señor me decía que cuando yo quisiera sentir Su presencia tanto como quería agua ese día, tendría satisfecha mi sed espiritual.

Tengo sed, pero ¡tan fácil es distraerme! Tengo que trabajar. Unas cartas urgen escribirse.  Me gusta estar con los amigos. Hay libros que reclaman ser leídos. Y tan atractivamente acechan Facebook y los juegos de ordenador.

Cuando David estaba en el desierto escribió, “Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas, para ver tu poder y tu gloria, así como te he mirado en el santuario. Porque mejor es tu misericordia que la vida; mis labios te alabarán, así te bendeciré en mi vida; en tu nombre alzaré mis manos."  (Salmo 63:1-2)

Que llueva, que llueva.

24.7.10

Dios conoce mi nombre

Encontré esta foto en un paquete de cosas que salvamos de la casa de mis padres después que murieron. La niña montada en un oso de ruedas soy yo. Creo que soy la única persona viva que sabe quiénes son todos los demás.

Con mucho cuidado escribí los nombres y apellidos de todos en el dorso de la foto. Pero me pregunto ¿a quién le va a importar quiénes son? Mis hijos y mis nietos tienen su propia vida y se preocupan más por su futuro que por el pasado tan lejano. ¿Por qué me molesto en preservar la información?

Luego estaba leyendo en el libro de Génesis en la Biblia. Hay capítulo tras capítulo que consiste en listados de los descendientes de varias personas. De vez en cuando se cuenta una historia acerca de alguno, pero mayormente son nombres no más. Me he preguntado antes ¿qué importa quién fuera el hijo de Ajolibama o Reuel?

Considerando que el Señor ha dedicado tantas páginas de su palabra a tales listados, parece que por lo menos a Él le importa por alguna razón. Se acuerda de todas esas personas porque les conoce. No tienen que identificarse delante de Él por su número del documento nacional de identidad.

Aunque a veces sintamos que nadie se interese por nosotros, o que nuestra vida no tenga importancia para la historia de la humanidad, o que en el gran plan del universo seamos irrelevantes, a Dios sí le importa cada individuo. Le importa mi tía Gracia y mi tío Pablo, y Ricardo el primo de mi padre.

Dios conoce mi nombre.

3.7.10

Salmo responsorial

Este es el día que hizo el Señor. Nos gozaremos y alegraremos en él. (Salmo 118:24)

Señor, tú sabes que pensaba hacer un trabajo en el patio antes que calentara el día, pero se me olvidó poner el despertador. ¡Ay, qué calor! Pero gracias por la hora extra de sueño, porque lo necesitaba.

Este es el día que hizo el Señor. Nos gozaremos y alegraremos en él.

Yo creía que había pan para el desayuno, pero no. Tuve que salir a comprar el pan. Gracias, Señor, por la amiga que pusiste en mi camino cuando venía de la panadería. ¡Qué divertida!

Este es el día que hizo el Señor. Nos gozaremos y alegraremos en él.

Reuniones. No me gustan, especialmente cuando duran horas y horas y la gente no está de acuerdo en lo que quieren hacer. Pero gracias que ahora ese trabajo lo tenemos hecho y podemos seguir para adelante.

Este es el día que hizo el Señor. Nos gozaremos y alegraremos en él.

Hoy iba a escribir el artículo que me habían pedido, pero no podía concentrarme para nada. Un párrafo no es suficiente, pero no tengo inspiración para más. Sin embargo, pude limpiar un armario y descubrí algunas cosas muy útiles que creía que ya no existían. ¡Gracias, Señor, porque esto me resuelve un problema que tenía con unas fotos!

Este es el día que hizo el Señor. Nos gozaremos y alegraremos en él.

Me iba a llamar un amigo, pero no me llamó. Menos mal, porque acabo de descubrir que lo que le iba a decir no era lo correcto.

Este es el día que hizo el Señor. Nos gozaremos y alegraremos en él.

Al final del día, Señor, no he hecho nada de lo que yo había pensado hacer hoy. Normalmente soy capaz de arreglar un día y mantenerme disciplinada para cumplir el plan, pero hoy no. En vez de esto, tú me has arreglado el día, y lo has hecho mucho mejor que el plan mío. Mis tiempos están en tus manos. Gracias, Señor.

Este es el día que hizo el Señor. Nos gozaremos y alegraremos en él.

1.7.10

Dios y el dinero

Muy temprano en mi camino con Jesucristo, cuando tenía unos 20 años, leí el relato del joven rico que vino a preguntar al Señor qué tenía que hacer para heredar la vida eterna (Marcos 10:17-29). Cristo le dijo que vendiera todo lo que tenía, se lo regalara a los pobres, y le siguiera a Él. El joven no quiso hacerlo y se fue triste. Me puse a considerar el significado de la historia. Como Cristo no demandaba esto a todo el mundo concluí que el problema no era que el joven tenía riquezas, sino que sus riquezas lo tenían a él. Con la confianza de neófita pensaba que yo podría hacer lo que Cristo había pedido. En ese entonces no poseía casi nada.

Siguieron unos años de pobreza económica y riqueza espiritual. Recuerdo una tarde en que caminaba sola en las calles de la ciudad de Nueva York sin ni el precio de un pedazo de pan en el bolsillo, pidiendo al Señor algo que comer. También recuerdo que al hacerlo topé a una amiga a quien no había visto por mucho tiempo, que me invitó a cenar con ella.

Corrieron muchos años. No me puse rica, pero sí cómoda. Ya no tenía que pedir al Señor mi pan de cada día porque lo tenía ya guardado en la cocina. Veía menos eventos que podría calificar como obras de la mano de Dios, hasta un día después que el Señor había indicado que yo y mi marido nos trasladáramos a Costa Rica. Empezábamos a vender y regalar nuestras cosas. Todo iba bien hasta llegar a la decisión de qué había que hacer con la mesa del comedor. Me gustaba esa mesa. Había trabajado mucho para ganar el dinero para comprarla porque era exactamente lo que quería. No podría llevarla a Costa Rica. Yo estaba al punto de declarar que no iba a trasladarme cuando me di cuenta que yo también había llegado al punto donde yo no tenía la mesa, sino que la mesa me tenía a mí.

Después de ir a Costa Rica y ver otra vez la mano de Dios moviendo no solamente en mi vida sino también en la vida de otros, pensaba que había aprendido la lección. Menos cosas, más poder.

Hasta ayer. Otra vez es necesario quitarme muchas de las cosas que no sé cómo se han acumulado en mi casa. Pensaba que sería fácil, pero me encontraba pensando de cada cosa algo como, “Realmente no debo deshacerme de esto. ¿Qué pasará si lo necesito en el futuro?” ¿Es que no he aprendido nada?

El dinero y las cosas nos decepcionan, dando la apariencia de seguridad. Pero hay dos problemas. Primero, especialmente en estos tiempos de crisis económica, el dinero nos puede faltar en cualquier momento. Segundo, si tengo mi seguridad en el dinero y las posesiones no busco tanto a Dios. Tal vez por eso Jesucristo dijo que no podríamos servir a Dios y al dinero, los dos.

Espero esta vez haber aprendido la lección. Pero considerando la historia creo que debo mantenerme alerta.

23.6.10

Un día maravilloso

El miércoles pasado tuve un día maravilloso. Casi todo lo que hice me salió estupendamente. Personas con quienes tenía que hablar me llamaron o les encontré en la calle. Terminé un proyecto en que había trabajado durante meses. Se resolvió un conflicto. Progresé bastante en el proceso de limpiar mi oficina (un proyecto graaaaande). En todo el día no hubo ni dos minutos mal gastados.

Al fin del día me sentía muy bien. Entré en Facebook para saber las noticias de mis hijos y nietos. Allí encontré un mensaje de una amiga, “He sentido orar por ti hoy. He orado mucho. Cómo te ha ido el día?” Me di cuenta que mi día maravilloso no se debía a mi trabajo arduo, ni a mis grandes habilidades, ni a mi inteligencia, ni a la suerte, sino a la gracia de Dios proporcionada por las oraciones de mi amiga.

Esta mañana leí una historia en la Biblia que tiene elementos en común con mi experiencia. En Éxodo capítulo 17, Moisés manda al joven Josué a elegir unos guerreros y salir a pelear contra el pueblo de Amalec, que les había atacado. Mientras peleaban, Moisés y dos ayudantes subieron a la cumbre de un cerro donde podrían ver la batalla. Moisés oraba por ellos, extendiendo sus brazos hacia el cielo, teniendo en su mano la vara que había usado para hacer milagros. Cuando alzaba los brazos, Josué y su compañía ganaban. Cuando bajaba los brazos, perdían. Para mantenerlos arriba, los ayudantes trajeron una piedra, Moisés se sentó, y sus ayudantes le sostenían los brazos hasta la tarde cuando al fin triunfó Josué.

Entonces Dios le dijo a Moisés: “Escribe esto para memoria en un libro, y que lo oiga Josué.” Si Josué no oyera lo que había sucedido encima del cerro, podría concluir que su propia fuerza y habilidad le habría traído la victoria. Más tarde cuando le tocaría encabezar el pueblo, podría actuar de manera orgullosa, sin depender del Dios que era él que hacía los milagros de los cuales dependían.

Me impresiona el poder que tenemos a nuestra disposición cuando oramos los unos por los otros. Doy gracias por mis amigos que oran por mí. Quiero dedicar más tiempo a orar también por otros.

¿Puedo orar por ti?

El valor de la historia

Hace muchos años empecé a escribir todos los días lo que el Señor hacía conmigo. Mi motivo era no olvidar las cosas buenas que Dios hacía conmigo. Me conozco, que tengo una memoria perversa que tiende a olvidar lo bueno y recordar lo malo. Quería tener documentado lo que pasaba, para que en momentos de preocupación podría recordar el pasado y cobrar esperanza para el futuro.

Hoy hubiera leído en mis cuadernos. Vino una crisis (no muy grande por cierto) y me puse toda preocupada. Fue mi marido que empezaba a contarme cómo Dios nos había sacado de aprietos peores y que seguro Él podría hacerlo ahora también. Me recordó de las mismas historias que he contado en este blog, especialmente las más antiguas. Tenía razón.

Me receté volver a leer la entrada “La Bombona” del 10 de agosto de 2006. Es bueno recordarlo.

21.6.10

Dios no ha terminado conmigo todavía

El sábado por la noche me encontré con varios amigos que hace tiempo no nos hemos visto. Me sorprendió la manera en que habían cambiado. El primero había avanzado mucho, realizando algunos de sus sueños más importantes. Otro había pasado un tiempo de tristeza y desánimo, y recientemente ha recobrado fuerzas. Una amiga deprimida sigue deprimida.

Me di cuenta que yo también he cambiado desde el último encuentro con cada uno de ellos. He dejado unas actividades y empezado otras. He cambiado mi punto de vista en alunas cosas. Hay más actividades que físicamente ya no puedo hacer.

La vida ocurre un día a la vez y es posible que no notemos que estamos cambiando hasta tener encuentros como tuve el sábado. Los niños crecen más rápidamente, pero los adultos tampoco somos estáticos.

Tengo la sensación que Dios está trabajando en mí para hacerme más y más como él quiere que sea. Espero que sí. No soy todavía el producto final.

Así que tengan paciencia conmigo, por favor. Los andamios siguen puestos.

18.6.10

Lejos de mi casa

Acabo de darme cuenta que he vivido más de treinta años, casi la mitad de mi vida, en países extranjeros. Vivo en España pero no convenzo a nadie que sea española. Viví nueve años en Costa Rica, pero la última vez que visité allí el país había cambiado tanto que no sabía navegar. Cuando voy a Estados Unidos tengo familia y amigos, pero no estoy “en casa” en ningún lugar porque he estado fuera demasiado. Yo he cambiado y el lugar también ha cambiado.  En fin, no tengo patria.

No me quejo. Los amigos que tengo en muchos lugares son preciosos. Me han enriquecido mucho, y tanto de lo que soy lo tengo de ellos. Aunque la vida es un poco complicada a veces, no he pasado necesidad. La Biblia dice que Dios guarda a los extranjeros (Salmo 146:9).

Pienso que también Jesucristo era “extranjero”, aunque técnicamente vivió en el mismo país donde nació. Él dejó el cielo para nacer aquí en esta tierra, donde no encontró mucha bienvenida. Aún hoy en día debe sentirse muy solo caminando por nuestras ciudades. Está de moda rechazarle. Supongo que cuando recibe una invitación a entrar en la vida de alguien, acepta con mucha alegría.

Soy extranjera pero no estoy sola, y mi acompañante conoce bien la condición y me puede guiar.

14.6.10

Hasta cuándo, Señor?

A veces ciertas cosas parecen eternas, por ejemplo el verano en Sevilla. Todos sabemos que para octubre la temperatura empezará a bajar, pero en septiembre parece que el tiempo no se mueva. Otras cosas que “no se cambian nunca” son la opresión en Corea del Norte y la avaricia que nos ha metido en la crisis económica actual. Hay cosas positivas que parecen que durarán mucho, también, como los jóvenes creen que siempre tendrán su salud y fuerza. Pero hablo de lo que quisiéramos que terminara.

Esta semana cambió algo que yo había clasificado como permanente. Una organización con quien mi marido y yo tenemos que mantener una relación ha tomado una postura agresiva e intolerante hacia nosotros durante muchos años. El jueves nos enteramos de que han cambiado de presidente y las personas que más dificultad nos daban ya no están. Podemos respirar.

Dios se preocupa por nosotros, aunque a veces nos parece que tarda demasiado en contestar nuestras plegarias. Dios le dijo a Moisés que se preocupaba por su pueblo en la esclavitud, y lo liberó. Muchísimos de los salmos son peticiones de ayuda y afirmaciones que Dios ha contestado. También en el nuevo testamento nos dice que Dios no nos dejará sufrir más de lo que podemos soportar (I Corintios 10:13). A veces preferiría que Dios no tuviera tanta confianza en mi habilidad para soportar.

Pero lo malo no dura para siempre. Llegaremos al final del túnel. He leído el fin de la historia y sé cómo termina (también puedes leerlo en el libro de Apocalipsis). Ganan los que tienen fe en Jesucristo.

5.6.10

Por obra y omisión, por mi gran culpa

Acabo de leer un artículo acerca del escándalo en la Iglesia Católica por los abusos sexuales a los niños por sacerdotes. Dice el artículo que el Papa tiene que decidir si pide perdón de parte de la Iglesia y por sí mismo por la manera en que han manejado mal esta situación durante tantos años. Es una decisión “difícil” porque la gente demanda la justicia pero él teme perder su autoridad.

No me gusta decir cosas polémicas, y no creo que el Papa me vaya a tomar en cuenta de todas formas, pero siento que tenga que decir algo.

Recomiendo a Su Santidad la lectura de lo que dijo el Apóstol Juan: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a Él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.” (Primera epístola de San Juan, capítulo 1, versículos 8-10)

Como psicóloga, he hablado con muchos padres de familia que no quieren pedir perdón a sus hijos porque temen perder su autoridad sobre ellos. Pero es a revés. Los hijos ya saben que los padres han pecado. Si intentan disimular para que aparente que no, los hijos detectan la hipocresía y pierden el respeto a sus padres. El pedir perdón, por doloroso que sea, no quita autoridad sino la establece.

Muy pronto sabremos si el Papa valoriza más la autoridad espiritual que procede de obedecer la Palabra de Dios y que haría mucho para recobrar el respeto de sus feligreses, o la autoridad eclesiástica que intenta mantener que la Iglesia no comete errores.

Espero que elija bien.

4.6.10

Cuidado cómo pides

Ayer por la tarde estaba pensando en el gran número de proyectos que tengo paralizados, atascados por varios motivos. Decidí pedirle al Señor que cambiara la situación, que hubiera movimiento y dirección.

Dentro de menos de una hora recibí un correo electrónico de alguien a quien le había pedido ayuda en el proyecto más grande. Dijo que le parecía magnífico el proyecto pero no me podía ayudar.

Vaya respuesta a la oración. Me había imaginado otro tipo de cambio. Pero luego vi que la respuesta sí había desatascado la situación. Saber que una vía no es posible me llevó a buscar otra que tal vez sirve. Elegir otro ataque también desatascó dos proyectos más.

Cuidado cómo pides. La respuesta que menos quieres puede ser la mejor.

2.6.10

Se afina la orquesta, habrá concierto

Me gusta hacer la música, especialmente con otras personas. Con instrumentos, con voces, no importa. Varias personas poniendo lo que pueden, producen un efecto mucho más de lo que uno podría hacer solo.

Para hacerlo, tienen que colaborar: cada uno tiene que ensayar con su instrumento para tocarlo bien, deben afinar sus instrumentos, tienen que decidir tocar la misma cosa, cada uno debe limitarse a tocar la partitura que le pertenece, y tienen que someterse a un director que indica el ritmo y cuándo hay que empezar. Si no son profesionales, también tienen que aceptar, enseñar, y a veces soportar a los que no saben tocar bien.

Los humanos somos como una orquesta en cuanto a nuestra convivencia. Dios le ha dado a cada uno unas habilidades, y a cada cristiano unos dones espirituales, para que participemos en la música de la vida. Si cada uno contribuye lo que puede, y lo hace de la manera debida, sale algo bonito.

Pero entra el egoísmo y queremos hacer las cosas a nuestra propia manera. Todos quieren ser el solista. El bajo quiere tocar como flauta. Cada uno va a su propio ritmo sin tomar en cuenta la dirección comunitaria. Algunos tocan totalmente otra cosa. No es de sorprender que los periódicos se llenen de las malas noticias que salen de allí.

Pero la música con buena harmonía es una manera de alabar a Dios.  "Gritad con gozo al Señor, toda la tierra, cantad con júbilo con música; haced música con el harpa, con el harpa y el sonido del canto, con trompetas...." (Salmo 98:4-6)  Sepamos cada uno ser buen administrador de los dones que Dios le ha dado para que salga la música y no cacafonía.

1.6.10

El Jardinero me poda

Recientemente podaron el limonero frente a nuestra casa. Veo que dentro de poco van a tener que hacerlo de nuevo, porque salen muchos brotes del tronco. El árbol tiene mucha vida y se nota por la cantidad de nuevas ramitas. Pero no se puede permitir que todas esas ramitas sigan creciendo, porque el resultado no sería bonito y produciría menos limones. Hay que podarlo.

Jesucristo dijo que Dios es como un jardinero que nos poda (Juan 15:1-2). Nos corta cosas que no convienen, limpiándonos a veces, y a veces hasta quitándonos algo que en si mismo está bueno pero que consume mucha energía y tiempo y no nos lleva a producir buenos frutos. “Toda rama que produce fruto lo poda para que produzca aún más fruto.”

A veces no entiendo lo que hace. No me parecía lógico que me quitara mis maneras de hacer la música, pues me gusta mucho. Pero ahora puedo ver que me diluía los esfuerzos y ahora produzco más. En un sentido el tijeretazo mismo es una confirmación del Señor de que estoy produciendo fruto.

Aunque duele.

31.5.10

Vivamos sin vergüenza

El jefe que rechaza sugerencias de sus empleados, la mujer que te cuida aunque quieres que no lo haga, y la gente que vive temiendo el “qué dirán”, pueden tener algo en común: la vergüenza.

La vergüenza y la culpa no deben confundirse. Sentimos culpa cuando sabemos que hemos hecho algo malo; nos motiva a confesar y a hacer restitución. El responder al pecado con culpa y arrepentimiento promueve la buena salud mental. En cambio, sentimos la vergüenza cuando enfocamos no lo malo que hemos hecho sino lo malo que somos. Con vergüenza, uno cree que es deficiente como persona, que no da la talla. La vergüenza nos motiva a tapar lo ocurrido y a seguir sintiéndonos mal. El habitualmente sentir vergüenza produce problemas emocionales y conflictos interpersonales. Es posible sentir las dos emociones a la vez, pero cada individuo se habitúa a responder a situaciones negativas con su propio estilo, o con culpa o con vergüenza.

Nadie nace con vergüenza. Surge del trato que recibimos de otros, especialmente de los padres. El menosprecio, los insultos, los gritos, la indiferencia, nos enseñan a mirarnos con vergüenza. A veces por nuestras acciones merecemos la vergüenza que sentimos. Pero nos afecta más que nos avergüencen cuando no lo merecemos.

La vergüenza genera el egocentrismo. La persona muy avergonzada pensará en si misma constantemente, vigilando siempre para evitar más ataques, buscando aliviar su dolor. Poner la atención exageradamente en uno mismo reduce la capacidad para la empatía y el amor. Algunos evaden la crítica con el conformismo, haciéndose tan igual a los demás como les sea posible, convirtiéndose en prisioneros del “qué dirán.” Si realmente creen que otros son mejores, experimentarán la envidia.

Hay dos estrategias comunes de aliviar el dolor de la vergüenza, una dura, la otra suave.

La manera dura es una fachada de poder y perfección. Los que eligen esta táctica quieren dar la impresión que nunca se equivoquen, que lo controlen todo y a todos, y que puedan hacer cualquier cosa. Avergüenzan a otros, poniéndoles abajo para sentirse mejor. Obviamente causan conflictos, especialmente con otros que usan la misma táctica. Si alguien cuestiona su omnipotencia o señala algún error que han cometido, se pueden poner furiosos, a tal punto que los demás lo perciben como irracional. Como nunca pueden admitir sus errores tienen mucha dificultad para entrar en el Reino de Dios, porque ¡éste es exclusivamente para los que confiesen sus pecados!

En cambio, las que usan la manera suave no esconden sus debilidades, sino las magnifican, siempre en la presencia de otras mujeres que sabrán contradecirles. A veces se dedican a servir a otros para sentirse mejor, porque el que ayuda es superior al ayudado. Los a quienes ayudan pueden resentirlo porque implica que el recipiente del servicio sea pobre o incompetente, y se sienten avergonzados. Los que sirven así a veces no saben imaginar una relación no basada en su servicio. Por eso, no se dejan aceptar la gracia. Aunque sepan que la salvación no es por obras sino por la gracia, se sienten inaceptables si no trabajan.

Jesucristo sufrió y murió para quitar nuestra culpa. Él también sufrió mucho oprobio en la cruz, pero al soportarlo tomó sobre Él nuestra vergüenza. Sin embargo no es automático experimentar esta libertad cuando venimos a Cristo. Tenemos que experimentar el amor de Dios y sentirnos aceptados por Él. También necesitamos el amor y aprecio de los hermanos. Ayudemos los unos a los otros a recibir por la gracia nuestra herencia como Hijos e Hijas del Rey y así salir de la vergüenza.

30.5.10

Ven a gozarte conmigo

Durante unos cinco meses he buscado un pendiente. Su valor sentimental es mucho más que el precio que un joyero daría. He buscado por todos los lugares posibles varias veces.

Ayer lo encontré. Estaba en un lugar donde había buscado no sé cuántas veces, envuelto en un papelito que se suponía que estaba vacío.  Casi lo tiro en la basura.

¡Qué gozo!

Jesucristo dijo que así Dios se goza de cada persona que decide dejar de vivir por sí mismo y por sus propios criterios, y busca seguir a Dios. Me cuesta creer que hubiera tanta celebración cuando yo me propuse poner mi vida a su disposición, pero dice que sí.  Le sigo imperfectamente, pero sigo, y cada vez que me doy cuenta que he dejado el Camino y vuelvo, hay más gozo.

¿Hay gozo en el cielo por ti?

28.5.10

El quitapolvos mejor

Hace más de un mes terminamos una obra en la casa. Durante muchas semanas habíamos tenido ruidos, escombros, polvo, cosas fuera de su lugar, gente no de la familia en la casa y ningún lugar para tender la ropa.

Y de repente terminaron. La casa otra vez era “nuestra”. Pero había que limpiar y devolver las cosas a su lugar y colgar las plantas de nuevo. Mi marido no ha terminado todavía de arreglar cosas que yo ni sé cómo se llaman, pero son importantes. Sigo limpiando diariamente capas de polvo muy fino que caen del aire y cubren los muebles. Puede haber polvo dentro de mi ordenador. ¿Terminados? Parece que no.

Resulta que todo lo que hacemos tiene su secuela. El bien que queremos hacer, parece que no lo terminamos nunca. El desorden vuelve a imponerse inmediatamente después de arreglar las cosas. Y la suciedad acumula. Especialmente la suciedad que queda del pecado se mete por todo lado como el polvo de las obras. Cuantos más años tenemos, tanto más del pasado llevamos.

¿Quién nos puede limpiar todo eso? Se ofrece el Espíritu Santo. Es especialista en corazones dolidos, ansiedad, depresión, vergüenza, culpa, desesperación y soledad. Trabaja solamente por invitación personal. Entra en la vida de uno y empieza a dar amor, gozo y paz. Saca la basura – resentimientos, malos hábitos, mentiras, avaricia y cosas así. Da deseos de aprender más de Dios y estudiar su Palabra. Lo que dice el Credo es cierto pero ni empieza a contar lo que hace.

Yo sé que en este mundo no voy a llegar a quitar todo el polvo de mi vida, lave cuantas veces lave. Pero el pecado ya se pagó por la Obra de Jesucristo en la cruz, y tengo el Espíritu Santo limpiando después de la obra. Veo progreso por lo menos.

27.5.10

Mi vida como una ginkhana

El domingo pasado en el pueblo hubo una ginkhana, un concurso en la cual unos concursantes con cámaras tenían que descifrar unas indicaciones ambiguas para encontrar los lugares que tenían que fotografiar. Esta tarde tuve la sensación de estar participando en algo parecido.

Necesitaba una información. Una secretaria me dijo por la mañana que un solo hombre me podría informar. Ella intentó llamarlo por teléfono, pero no lo localizó.

Por la tarde se me ocurrió ir a una oficina donde a veces trabaja. Otra secretaria dijo que no estaba, que solamente trabaja por la mañana, y preguntó si yo tenía una cita. No tenía cita. En este punto se le cambió un poco la cara y dijo que precisamente hoy el hombre tenía una reunión, y que dentro de unos diez minutos pasaría por la oficina para recoger materiales para la reunión.

Decidí esperarle. Cuando él llegó, encontró la información que yo necesitaba en un archivo de la oficina, recogió sus cosas, y salimos juntos.

No tenía cita, pero lo que tenía era mejor. La información no estaba en la cabeza del hombre, sino en un papel en la oficina, y yo no sabía eso. Si hubiera encontrado al hombre en otro lugar, no me podría haber ayudado. Llegué a la oficina diez minutos antes de los únicos cinco minutos que él iba a pasar allí. El Espíritu Santo me estaba guiando, como las indicaciones de una ginkhana, para encontrar lo que necesitaba.

Esta experiencia es más importante que solamente la información que recibí, que no fue nada trascendente. La biblia dice que los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. (Romanos 8:14) Yo sé que por medio de Jesucristo soy hija de Dios, pero de vez en cuando me anima que Él me lo vuelva a confirmar.

26.5.10

Las ventajas de estar débil

Alguien ha dicho que no hay límite al bien que podemos hacer mientras no nos importa a quién alaban por haberlo hecho.  En el mundo humano encuentro que es cierto, que si estamos haciendo algo para impresionar a los demás no haremos muchas cosas buenas si no tenemos espectadores.

Veo que es cierto en el mundo espiritual también.  Me gustaría estar fuerte, capaz, energética, con muchos talentos, para que todos me admiraran.  Pero si hoy me siento débil, cansada y torpe ésto tiene una ventaja enorme también.  Hoy en mi condición no muy productiva tengo que reconocer que lo bueno y lo especial que yo hiciera no lo he hecho yo realmente, sino que Dios ha operado por medio de mí.  Cuando estoy más débil puedo ver mejor a Dios trabajando.  Cuando me siento fuerte, me meto, le quito la gloria, y el resultado no es tan bueno.

No puedo probar, en el mismo momento, que Cristo es maravilloso y que yo soy lista.  Cuando estoy débil estoy fuerte, entonces.